Nara fue la primera capital de Japón, es la segunda ciudad después de Kyoto con un gran legado cultural, cuenta con ocho lugares declarados patrimonio mundial.
Hoy me he despertado con pocas ganas de ver templos, ya son muchos días viendo templos durante muchas horas y el día de hoy me lo voy a tomar de una manera más relajada. El único templo ineludible Tôdai-ji, el edificio de madera más grande del mundo con un gran buda en su interior, de unos 16 m de altura 437 toneladas de bronce y 130 Kg. de oro
Dentro del templo en una de las columnas hay un orificio del mismo diámetro que uno de los orificios del gran buda, dicen que si logras pasar por el agujero tienes garantizada la sabiduría. 
Nada más llegar a la estación de Nara, a escasos metros empieza Nara-Kôen, parque de grandes dimensiones a los pies de unas montañas. Allí hay muchos templos, entre ellos Tôdai-ji. En este parque hay una gran población de ciervos.

Aquí podéis ver a uno de los nietos de Bambi, que conocí al principio del día. El me explicó los secretos del lugar y los rincones más interesantes para escapar de las grandes multitudes que visitan la ciudad.
Por la tarde regreso a Kyoto para hacer la última visita al mercado de Nishiki en Kyoto para hacer unas cuantas fotos y comprar tempura para la cena.




Luego hacemos el último paseo por las calles de Kyoto, allí pudimos ver en una de las pequeñas calles, a través de una ventana de un restaurante, unas geishas amenizando la velada a unos señores. En ese momento no llevaba mi cámara, pero nos quedamos un rato observando desde la oscuridad del callejón.

empieza mi paseo por Midô-suji una gran avenida que tras varios kilómetros pasa por Dotombori, el objetivo principal de mi visita a Osaka. Dotombori repleta de luces, locales dedicados al ocio y restaurantes, si uno es un poco imaginativo puede ver algunos de los escenarios de la película Blade Runner. Allí tome muchas fotos interesantes entre ellas una del cartel de Glico que al parecer es muy famoso, aunque nuevo para mí. 





un bonito templo con un jardín muy interesante, este cuenta con gran variedad de musgo, por lo menos llegue a contar más de 40 especies diferentes.
El cuidado de los jardines y su entorno llega hasta el más mínimo detalle, se puede ver como limpian un bosque entero, cortando y barriendo las plantas y hojas no deseadas.
Ya fuera del recinto de Ginkakuji, voy andando en dirección sur, siguiendo un tranquilo canal donde hay pequeños locales de te o para tomar algún tentempié.
por el camino visito algún templo oculto en la ladera de las montañas, hasta al final llegar a Heian otro grupo de templos de color naranja, donde casualmente me encuentro con tres chicas que duermen en la misma pensión, con las que puedo practicar mi japonés
Con ellas visito los templos de Heian y me explican algunas curiosidades que yo solo no habría descubierto.
Después del mercado, quiero visitar Kyomizu-Dera, unos templos declarados patrimonio mundial y candidatos a convertirse en una de las maravillas. El camino hasta allí es muy interesante, pasa por la zona de Gion, por unas calles apartadas, muy tradicionales, donde me encuentro con alguna geisha.
Ya en Kyomizu-Dera me encuentro otra vez por casualidad a las mismas chichas que encontré a medio día –con la cantidad de gente que hay en Kyoto!!!!
De vuelta a la pensión paso otra vez por el mercado para curiosear por otra de las muchas calles sin descubrir, allí me encuentro con una tienda con artículos de bomberos y donde compro una camiseta, aunque es un poco cara he podido marcharme sin un souvenir "bomberil".
Por la noche salgo a dar un paseo por la vera del río con mi amiga holandesa, en busca de luciérnagas. Hemos visto mucha gente disfrutando de su tiempo libre, paseando, tocando instrumentos tradicionales, cantando y descansando. Allí cenamos algo bento, comida para llevar al estilo japonés. 
, Ryoanj, famoso por su jardín de piedras zen, Kinkakuji el templo dorado y Kamigamo-jinja, complejo de templos muy tranquilo por el que transcurre un riachuelo, allí les di un descanso a mis pies. 







Finalmente, después de tanto templo, las últimas horas de luz las aproveché para visitar el barrio de Gion, allí si uno es paciente puede ver alguna geisha dirigiéndose probablemente a una de sus citas. Al parecer no fui el único en pensar lo mismo, y me encontré junto con un grupo de gente a la caza de alguna instantánea, no se si parecíamos paparazzi o buitres.


