jueves, 4 de junio de 2009

Las cronicas de la Taixonera. 2a Sesión

Quiche de curri de piña y plátano

Le conocí en la escuela oficial de idiomas, era el segundo día de clase y ya hicimos buenas migas. Siempre que acababa la clase, nos quedábamos un pequeño grupo charlando, los demás al parecer parecían muy ocupados y regresaban a sus quehaceres a la hora en punto. Era como el pistoletazo de salida en una carrera, sin embargo allí nos quedábamos, Giulietta, Elena, Jorge y yo.
A la semana siguiente tenía pensado invitarles a mi casa, vivo a las afueras de Barcelona, en una casa con un pequeño terreno, mi intención era que viniesen para hacer una parrillada y pasar la tarde, pero Jorge se me adelantó. Aquel día, al acabar la clase nos invitó a todos a asistir a un festival de cine que organizaba en su casa, nos dijo que disponía de un proyector y que su salón se asemejaba a una sala de cine casera, también había comida, supuestamente relacionada con la película, a todos nos pareció buena idea y convinimos que iríamos ese fin de semana.
Creo que la película que se proyectaba era Tropa de élite, una película brasileña sobre las favelas.
No había ascensor, tuve que subir por unas escaleras. Vivía en el ático, durante el corto pero esforzado trayecto, me dio tiempo a recrearme con un ligero aroma que iba en aumento a medida que me acercaba a la última planta. Me costaba identificar que se estaba cocinando, era una mezcla de olores muy extraña, digo extraña porque pude olfatear diferentes hilos de aromas pero eran productos que no suelen casar, sin embargo todos conjugados en la escalera, producían una extraña (como ya he dicho) pero deliciosa e intensa mezcla.
Sentí que las paredes desaparecían, los escalones también, aunque sin sensación de vértigo continué siguiendo un marcado camino, invisible a la vista, era como un tranvía que no puede descarrilar o mejor como un pez que muerde el anzuelo y es recogido poco a poco por un sedal de aroma.
Llegué al último rellano. Llamé al timbre. Todo a mi alrededor iba recobrado su forma, aunque el aroma persistía como un yugo, tuve la sensación que alguien me observaba, miré hacia atrás, en ese momento se abrió una puerta delante mío y se cerró otra detrás.
Allí estaba Jorge recibiéndome. –Hola, no te preocupes por mi vecina, le gusta espiar, pero en el fondo es buena persona- Dijo.
Ese extraño recibimiento me hizo regresar a la realidad.
-Pasa, no te quedes ahí, te estábamos esperando eres el último.
-Hola Jorge ¿Cómo estás? No sabía que traer, así que vengo con vino chileno, se produce muy cerca de donde nací, creo que puede acompañar muy bien a eso que estoy oliendo, que por cierto, podrías decirme que es.
-Claro pasa, ven directamente a la cocina.
En ese momento debí sospechar algo, al entrar no se oía anda, era un piso pequeño, pero yo estaba ocupado deshilachando los aromas antes de entrar en la cocina y no tomé consciencia de lo que ocurría o mejor dicho, de lo que no ocurría.
-¡Mira lo que estoy cocinando!
-Huele como nada que haya olfateado nunca. ¿Qué es?
-No sabría decirte, lo he inventado hoy, es una quiche, eso si lo sé, uno de los ingredientes principales es piña y el otro día me trajeron especias de marruecos, son muy frescas y se me ha ocurrido hacer una mezcla al estilo curry, por supuesto hay más ingredientes, pero dejaré que los adivinéis durante la cena.
-Nunca se me habría ocurrido mezclar estos ingredientes.
- También hay mandioca frita y piña flameada con ron, cubierta de chocolate crocante, es una variación de un plato que… bueno ya te explicaré, nos están esperando.
-Cenaremos antes de la película.
-Si.
-Fantástico.
Fue al entrar al salón, cuando me quedé helado. Había una mesa con platos y cubiertos para ocho comensales, pero allí no había nadie más que nosotros dos.
-¿Donde están los demás?
No creo que me oyese y si lo hizo, se hizo el sordo. Ya estaba de regreso a la cocina para traer la comida. A mi todo eso me parecía muy raro, sin embargo no parecía una broma, de eso estaba seguro, aunque no tenía indicios de ello, lo sabía. Jorge regresó con varias fuentes llenas de comida, entre ellas la quiche. Cuando iba a preguntarle qué es lo que sucedía, el se puso a hablarnos a todos, como si allí hubiese más gente, respondiendo a alguna pregunta que no se pronunció.
Esa fue la gota que colmó el vaso. ¡Ese tipo estaba loco de verdad! Me deshice del yugo que me había colocado subiendo las escaleras y salí corriendo.
Nadie me persiguió durante mi huida, baje a la calle y seguí corriendo, perdí la noción del tiempo. Recuerdo parar al cabo de lo que a mí me parecieron varios kilómetros y aun tenía la piel de gallina. Entonces continué mi camino, alejándome de aquella casa.
No me preguntéis que es lo que allí pasó, porque no lo sé. Que cada uno saque sus propias conclusiones o imagine lo que se le antoje. Desconozco cuál era el propósito de aquellas sesiones, pero no era el cine. Solo sé que me tenía que alejar de ese tipo lo más posible.
No he vuelto a verlo nunca más y espero no cruzármelo.
Eso es todo lo que pasó.