miércoles, 25 de julio de 2007

ULTIMO DÍA EN ÔTSUKI

Una tenue luz se filtra a través de mis párpados, abro los ojos miro el reloj, son las 9:00 a mi derecha Héctor también se acaba de despertar. Ninguno de los dos quiere salir de la cama, se acerca el final de nuestra breve visita al monte Fuji, parece que al iniciar el día se acabará antes. Hemos conocido a gente maravillosa en este viaje y la vuelta a Tokyo se prevé bastante dura, entonces charlamos sobre el día de ayer e imaginamos que podemos alargar unos días más nuestra estancia en Ôtsuki. Un rato más tarde llaman a la puerta, es Rina que viene a recogernos con el desayuno. Tanta hospitalidad me supera, no sé cómo dar las gracias por todo lo que está haciendo por nosotros, para que nos sintamos a gusto. Decidimos ir a casa de Rina, para compartir el desayuno con su hermana Ayano, allá nos dan unos regalos que nos han hecho sus padres, son unas zapatillas tradicionales, nos quedamos sin palabras…
Después nos vamos al rio para pasar la mañana allí pasamos unos momentos muy agradables conversando y dejando que pase el tiempo.

En el rio nos recoge su madre para ir a comer a un restaurante, nos deja en el restaurante y se marcha, me sabe mal que se marche y le pregunto a Rina porque no come su madre con nosotros, pero resulta que ha ido a buscar a la abuela, que nos quiere conocer. No nos dejan pagar la comida, eso me hace sentir más agradecido, por otro lado siento que no he podido hacer nada para demostrarlo.

Antes de marchar para tokyo vamos a un salón recreativo, allí hay unas máquinas muy curiosas para hacerte fotos con los amigos, antes no había visto nada igual.

Tenemos que volver a tokyo, en la estación nos despedimos de Rina y Ayano, es un momento triste, quizá no volvamos a vernos más, solo nos queda un día más en tokyo y tenemos que despedirnos de Rie, Ayumi, Shugo y Noriko. Pero buscamos un hueco para vernos por la mañana por última vez.
Ya en el andén nos hacemos unas fotos delante del nombre de la estación para recordar el nombre.
-Estas líneas las escribo desde Barcelona, repasando las fotos del andén, veo que en ese momento quizá no era consciente de nuestro estado de ánimo, las fotos hablan por sí solas.