miércoles, 30 de mayo de 2007

HAGURU SAN

24 de mayo de 2007

Tras varias horas de viaje, llego a Tsuruoka, donde espero un autobús que lleva a la montaña, hay una parada en la base y otra en la cima donde hay un complejo religioso. Mi intención es llegar hasta la base y desde allí subir la montaña para llegar al anochecer a la cima, pero por dificultades con el idioma me apeo en la cima. Una vez allí ordeno mis planes de nuevo. Lo primero que hago es visitar los templos que hay en la cima para después ir a buscar alojamiento y recorrer parte del camino que desciende la montaña.





Descendiendo por la montaña para buscar donde pasar la noche de repente todo cambió. Me adentro en un lugar totalmente diferente, un camino de piedra que parece tan antiguo como el bosque desciende por toda la montaña sorteando a los ancianos cedros tan altos que ni los pájaros parecen tener fuerzas para volar hasta las copas. Empequeñecido me siento en los escalones para sentir y disfrutar de ese momento mágico. Una gran variedad sonidos me abordan, de animales que imagino tan diferentes que no son de este mundo, lejanos que se pierden en lo más recóndito del bosque. El sonido del viento que no consigue penetrar por todos los rincones pero que parece que acompaña la voz de seres que corretean por entre los árboles. Por fin pierdo la noción del tiempo, ya no soy un intruso para el bosque, empiezo a escuchar las largas y lentas conversaciones que mantienen los árboles, aunque no las entiendo, me hacen sentir que el bosque ha decidido, que puedo presenciar durante un tiempo, la verdadera vida que se esconde tras uno de los pocos bosques milenarios que aun quedan con vida.









Soy afortunado, pues ya son muchos los recuerdos de buenos momentos que nunca se borrarán.

Para ponerle la guinda a este inolvidable día, el único lugar para pasar la noche en la montaña es en un templo convertido en ryokan, a un lado del camino casi en la cima de la montaña. Por la noche, cuando los pocos turistas han abandonado la montaña, uno puede viajar al pasado, tomar comida típica y respirar el aire tradicional del entorno.















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